domingo, 22 de abril de 2007

Virgen del Carmen


APARICION DE LA VIRGEN DEL CARMEN DE APICALA.

No sabemos quien fue el inspirado escultor, que modeló la imagen que se venera en el Santuario del Carmen de Apicalá. La tradición dice que en los comienzos de la fundación del pueblo (año 1828), se presentó un peregrino que se ofreció a hacer una imagen del Carmen. Los vecinos principales le exigieron que el Niño fuera de escultura de madera, lo mismo que el rostro y manos de la virgen, pues que habiendo escogido a la Reina del cielo en su advocación del Carmen, como Patrona del pueblo, era muy justo que con frecuencia sus hijos y devotos renovaran el vestido como prueba de cariño filial y tributo de vasallaje. Los contratantes vecinos, suministraban al escultor pieza y alimentos, siendo condición que si la Virgen satisfacía los anhelos del pueblo, le pagarían un valor igual al que la imagen traída de Quito les costara; y si no satisfacía, le pagarían diez jornales para que pudiera subsistir allí mientras encontraba trabajo.

Cuando el artista hubo terminado la obra, se presentó a sus comitentes para que le recibieran la imagen con el Niño.

Era un domingo, y el vecindario todo, sin haber sido convocado previamente, ni haber causa especial, se encontraba reunido en la plaza; de manera que bastaron unos golpes de redoblante para que se congregara frente a la habitación del artista. En medio de la expectativa y la ansiedad en general, cuando se hizo silencio el escultor descubrió su obra.

La tradición dice que todos los concurrentes como heridos por celeste aparición, cayeron de rodillas y con fervorosa piedad rezaron en coro La Salve. Terminada la oración, aclamaron al artista y propusieron premiarlo generosamente, pero este ya había desaparecido, sin que haya recuerdo alguno del hombre, ni de donde procedía. De este artista debemos decir que estaba inspirado y amaba a la Reina del Cielo. Solo así pudo dar expresión divina a la imagen y esa mirada maternal, toda misericordia y bondad, que obligaba a doblar la rodilla para venerarla. Es voz popular que el autor de tan grande maravilla seria un ángel del cielo, o quizás el mismo San José, divino esposo de Maria.

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